El Tigre de Quequén
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El Tigre de Quequén
El Tigre del Quequén
Un Personaje de Novela de Toay -La Pampa
A mediados de la segunda mitad del siglo XIX, el código rural de la provincia de Buenos Aires transcribe textualmente disposiciones de sometimiento casi feudales para la población nativa. Se condenaba lo que denominaban "vagancia" y se obligaba a los pobladores sin recursos a solicitar autorización a las autoridades, hasta para transitar por la campaña. Aquel paisano que no portara su "libreta de conchabo" era considerado malentretenido y perseguido tenazmente por la partida. Estas disposiciones adquieren mayor y mejor control sobre los "vagos" al intensificarse la producción agropecuaria en las dilatadas llanuras recién conquistadas al indio.
Testimonios de esa época, aluden a la existencia de cientos de gauchos que son desplazados "por el progreso" a sitios marginales. Obviamente, esos sitios se corresponden, en gran medida, a los recientemente creados territorios nacionales.
Estas "zonas de frontera" por excelencia, a juzgar por las características de su incipiente poblamiento, la carencia casi total de alambrados aún y una tibia presencia policial, unida, a aquella famosa ley de permiso de portación de armas, permitieron, seguramente, la libre expresión del gaucho en su original estado.
El territorio de La Pampa, con semejantes condiciones de libertad, ciertamente ejerció poderosa atracción a todo tipo de aventureros, al bandidaje en general o a personajes de "corte moreiresco", como el caso de "el Tigre del Quequén" de mentado y tumultuosos pasado de "gaucho malo".
Felipe Pascual Pacheco, tal su nombre completo, fue uno de los célebres paisanos porteños cantados por la incomparable pluma de Eduardo Gutiérrez, escritor, periodista y folletinista metropolitano.
EL TIGRE DEL QUEQUEN
Realidad y fantasía se confunden en la vida del personaje de Gutiérrez. Hubo quien creyó que fue tan sólo una invención del folletinero porteño, luego plasmada -y popularizada- en un libro cuya portada muestra el grabado de un gaucho huyendo de la partida.
Pero lo cierto es que existió. Así lo demuestran los ex- pendientes judiciales consultados de diversos partidos bonaerenses y, últimamente, en el archivo histórico de la ciudad de La Plata. Aunque, tal vez, una gran parte de su leyenda corresponda exclusivamente a la frondosa imaginación de Gutiérrez.
El comienzo de la vida errante y desordenada de Felipe Pacheco tiene características en común a la de tantos gauchos de la época: un pleito lo llevó a defender su hombría a punta de facón. Este fue el detonante de una serie de desencuentros con la justicia, donde, obviamente, la brutalidad de las autoridades cumplieron importante rol.
En el año 1866 se le inicia a Pacheco una causa criminal por una muerte hecha en el partido de la Lobería. Dice el escrito "que el criminal ha desaparecido y abandonado sus bienes y familia" (tenía 6 hijos). Fue detenido tiempo más tarde en Tres Arroyos y llevando a la cárcel de Dolores donde es condenado a 10 años de prisión. Al ser conducido a Buenos Aires, logra escapar del piquete que lo conducía.
Pacheco se reúne nuevamente con su familia y se establece en la estancia de un fuerte hacendado, A. Zubiarre (cerca de la actual ciudad de Necochea). Allí cuida su rodeo y algunas tropillas de su propiedad. Es conchabado como resero y recorre con este oficio varios partidos del centro sur de la provincia de Buenos Aires. A menudo; en pulperías o campamentos de troperos, debe responder-a rebencazos, como era de rigor- a las bravuconadas de paisanos provocadores o de simples pleiteros en busca de gloria. Cada "hazaña' de Pacheco -verificada o no- ;acrecentaba su fama de matrero. Fue tildado de ladino, pendenciero y malentretenido. Perseguido durante años y por el odio que le inspiraron los hombres, estableció su real en una cueva de las barrancas del río Quequén. Por su fiereza y habilidad, para salir airoso de cuanta celada le era preparada, fue apodado "el Tigre del Quequén". En diciembre de 1875, el comisario Luis Aldaz, rudo personaje de la campaña, en un descuido del "Tigre", consigue atraparlo en su propia guarida. Así terminaba su carrera de gaucho alzado.
Fue acusado, en la oportunidad, por el propio Aldaz, como "uno de esos criminales que solamente con su presencia aterroriza... autor de 14 asesinatos alevosos y de tener familia con sus propias hijas".
En realidad, sólo se le pudo imputar un asesinato y una fuga. Al mayúsculo cargo de incesto, el juez lo desechó de plano. También expresaba el Dr. Aguirre, que "de los demás crímenes atribuidos a Pacheco, no había ningún elemento para imputárselos". Sobreseía a éste y que "debía cumplir la sentencia en la Penitenciaría de Buenos Aires por el hecho de 1866". Lugar donde ingresó Felipe Pacheco en diciembre de 1876.
Investigación Catato Diaz
Cronista del Folklore
Fuente: Walter Cazenave
Un Personaje de Novela de Toay -La Pampa
A mediados de la segunda mitad del siglo XIX, el código rural de la provincia de Buenos Aires transcribe textualmente disposiciones de sometimiento casi feudales para la población nativa. Se condenaba lo que denominaban "vagancia" y se obligaba a los pobladores sin recursos a solicitar autorización a las autoridades, hasta para transitar por la campaña. Aquel paisano que no portara su "libreta de conchabo" era considerado malentretenido y perseguido tenazmente por la partida. Estas disposiciones adquieren mayor y mejor control sobre los "vagos" al intensificarse la producción agropecuaria en las dilatadas llanuras recién conquistadas al indio.
Testimonios de esa época, aluden a la existencia de cientos de gauchos que son desplazados "por el progreso" a sitios marginales. Obviamente, esos sitios se corresponden, en gran medida, a los recientemente creados territorios nacionales.
Estas "zonas de frontera" por excelencia, a juzgar por las características de su incipiente poblamiento, la carencia casi total de alambrados aún y una tibia presencia policial, unida, a aquella famosa ley de permiso de portación de armas, permitieron, seguramente, la libre expresión del gaucho en su original estado.
El territorio de La Pampa, con semejantes condiciones de libertad, ciertamente ejerció poderosa atracción a todo tipo de aventureros, al bandidaje en general o a personajes de "corte moreiresco", como el caso de "el Tigre del Quequén" de mentado y tumultuosos pasado de "gaucho malo".
Felipe Pascual Pacheco, tal su nombre completo, fue uno de los célebres paisanos porteños cantados por la incomparable pluma de Eduardo Gutiérrez, escritor, periodista y folletinista metropolitano.
EL TIGRE DEL QUEQUEN
Realidad y fantasía se confunden en la vida del personaje de Gutiérrez. Hubo quien creyó que fue tan sólo una invención del folletinero porteño, luego plasmada -y popularizada- en un libro cuya portada muestra el grabado de un gaucho huyendo de la partida.
Pero lo cierto es que existió. Así lo demuestran los ex- pendientes judiciales consultados de diversos partidos bonaerenses y, últimamente, en el archivo histórico de la ciudad de La Plata. Aunque, tal vez, una gran parte de su leyenda corresponda exclusivamente a la frondosa imaginación de Gutiérrez.
El comienzo de la vida errante y desordenada de Felipe Pacheco tiene características en común a la de tantos gauchos de la época: un pleito lo llevó a defender su hombría a punta de facón. Este fue el detonante de una serie de desencuentros con la justicia, donde, obviamente, la brutalidad de las autoridades cumplieron importante rol.
En el año 1866 se le inicia a Pacheco una causa criminal por una muerte hecha en el partido de la Lobería. Dice el escrito "que el criminal ha desaparecido y abandonado sus bienes y familia" (tenía 6 hijos). Fue detenido tiempo más tarde en Tres Arroyos y llevando a la cárcel de Dolores donde es condenado a 10 años de prisión. Al ser conducido a Buenos Aires, logra escapar del piquete que lo conducía.
Pacheco se reúne nuevamente con su familia y se establece en la estancia de un fuerte hacendado, A. Zubiarre (cerca de la actual ciudad de Necochea). Allí cuida su rodeo y algunas tropillas de su propiedad. Es conchabado como resero y recorre con este oficio varios partidos del centro sur de la provincia de Buenos Aires. A menudo; en pulperías o campamentos de troperos, debe responder-a rebencazos, como era de rigor- a las bravuconadas de paisanos provocadores o de simples pleiteros en busca de gloria. Cada "hazaña' de Pacheco -verificada o no- ;acrecentaba su fama de matrero. Fue tildado de ladino, pendenciero y malentretenido. Perseguido durante años y por el odio que le inspiraron los hombres, estableció su real en una cueva de las barrancas del río Quequén. Por su fiereza y habilidad, para salir airoso de cuanta celada le era preparada, fue apodado "el Tigre del Quequén". En diciembre de 1875, el comisario Luis Aldaz, rudo personaje de la campaña, en un descuido del "Tigre", consigue atraparlo en su propia guarida. Así terminaba su carrera de gaucho alzado.
Fue acusado, en la oportunidad, por el propio Aldaz, como "uno de esos criminales que solamente con su presencia aterroriza... autor de 14 asesinatos alevosos y de tener familia con sus propias hijas".
En realidad, sólo se le pudo imputar un asesinato y una fuga. Al mayúsculo cargo de incesto, el juez lo desechó de plano. También expresaba el Dr. Aguirre, que "de los demás crímenes atribuidos a Pacheco, no había ningún elemento para imputárselos". Sobreseía a éste y que "debía cumplir la sentencia en la Penitenciaría de Buenos Aires por el hecho de 1866". Lugar donde ingresó Felipe Pacheco en diciembre de 1876.
Investigación Catato Diaz
Cronista del Folklore
Fuente: Walter Cazenave
Ademar Diaz- Cantidad de envíos : 5
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